Edgar Allan Poe
¡Oh encantadora y fantástica belleza!¡Oh sílfide entre los arbustos de Arnheim!¡Oh náyade entre sus fuentes!…(…) En los brumos amaneceres, en las sombras entrelazadas del bosque al mediodía y en el silencio de mi biblioteca por la noche ella había flotado ante mis ojos, y yo la había visto, no como la Berenice viva y palpitante, sino como la Berenice de un sueño; no como una moradora de la tierra, sino como una abstracción; no como para admirar, sino para analizar; no como un objeto de amor, sino como tema de la más abstrusa aunque inconexa especulación.1
Al igual que Edgar Allan Poe, muchos otros creadores del mundo cultural y artístico han centrado su obra enteramente en lo femenino. La imagen de la mujer en el transcurso de los siglos siempre ha sido representada, idealizada y sublimada. Según Ernesto Sábato “el arte conecta con el lado femenino”, “el arte es precisamente la creación del espíritu humano que más cerca se halla de lo femenino, por que, en él no se ha producido esa escisión entre los diferentes elementos de la realidad: lo concreto y lo abstracto, lo irracional y lo racional. Permanecen indiferenciados.” 4
En sus creaciones Marta Blasco va más allá y nos transporta al territorio de nuestra propia soledad humana. En su obra, parece que una la luz fría encorseta nuestra vida como si se tratara de una oscura garganta que conduce al infierno, es decir, a las regiones inferiores de Plutón, donde el dios Hades prueba el Temple de nuestro espíritu. Y es que nuestra herencia no se halla tan solo en la superficie de la tierra, sino también en sus tenebrosas entrañas. El cuerpo es un tallo gozoso que se yergue en comunión solar, irradiando en las sombras; parece como si quisiera transmitirnos que, la mayor parte de las veces, somos funámbulos tratando de hacer difíciles equilibrios sobre el abismo. También somos soñadores, pájaros sin alas, que buscamos elevarnos sobre nuestras propias limitaciones y donde ponemos en nuestros desnudos un ansia celeste. El cuerpo es, entonces, una catapulta hacia el infinito, un signo dibujado contra las “alturas” del mundo –un desnudo, un cuerpo levitando, un pensamiento que reposa sobre la mano y una envolvente sombra oscura y negra donde da paso, con gran sutileza, a la luz. Mudo diálogo que Blasco establece mediante una sosegada sencillez y perfeccionamiento. ¿Qué decir del aura que inunda el cuerpo representado?, ¿qué representa para Marta Blasco?
Quizás una trama muy particular de espacio y tiempo; única aparición de una lejanía por cerca que esta pueda estar. Hacer las cosas más próximas a nosotros mismos, acercarlas a los demás, es una inclinación tan apasionada como la de superar lo irrepetible en cualquier coyuntura por medio de su reproducción. Lo curioso es que cobra, día a día, una vigencia más irrecusable la necesidad de adueñarse del objeto en la inmediación más inmediata, en la imagen o en la copia. La singularidad y la duración están tan estrechamente implicadas en estas frecuencias, como la fugacidad y la repetición lo están en aquella. Quitarle su envoltura, triturar su aura, es la signatura de una percepción cuyo sentido ha crecido tanto que incluso por medio de la repetición, le gana terreno a lo irrepetible. Es como un “flash” del muy adentro, una manera de observar los fragmentos del tiempo en continuo movimiento, un concepto Egonico de definición del ser espiritual liberado de su cuerpo material. Marta Blasco, así, inclinándose hacia la creación de una imagen que reta a los sentidos, ayuda al espectador a su compresión misma, liberándolo de las trabas del pensamiento lineal.
No se trata de entretener sino de liberar al espectador. El suyo es un arte que no ve en la naturaleza un modelo a seguir sino un espacio para transformar. Lo real no es sólo lo que vemos, sino aquello que aflora desde el fondo de nosotros mismos y, que se conoce como Realismo Fantástico. En esta ocasión yace oculto tras la percepción racional y cartesiana que la artista tiene del mundo.
En “Papeles rotos” un retrato femenino se adapta, en la vertiente de la gráfica, de la manera negra y de la animación. Una vez concluida la imagen, se fragmenta, para crear nuevas composiciones como si la artista, además de querer imprimir el movimiento continuo de la misma imagen, quisiera subrayar un estado intermedio entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo real y lo imaginario, o sea, un estado de duermevela cuya génesis la hallamos en su relación con la estética de lo sublime.
Gaston Bachelard se preguntaba: “¿Acaso el sueño no es el testimonio del ser perdido, de un ser que se pierde, de un ser que huye de nuestro ser, incluso si podemos repetirlo, volver a encontrarlo en su extraña transformación?” En la línea seguida por Bachelard, el nuevo énfasis puesto en la materia y su declaración por la cual “la materia es el inconsciente de la forma.” 5 Nos viene a sugerir, que indagando en las imágenes construidas hay que reconducirlas a su constitución material, es aquí donde encontramos otro punto de partida en las obras de Marta Blasco.
La animación “Papeles rotos” rompe con los moldes habituales, tanto en su concepción como en su ejecución. Es algo similar a la animación de recortes -cutout animation, que Blasco lleva a cabo a partir de las diferentes composiciones fragmentadas que manipula, monta manualmente y fotografía para finalmente volver a reconstruir la imagen. La precariedad de la representación nos remite a referencias, tales como: Norman Mac Laren, pionero de la animación y, concretamente, a su corto animado “A Chairy Tale” (1957) en el que da movimiento a una silla para cuestionar la relación entre la materia y el hombre.
Si analizamos la confrontación entre dichas técnicas, observamos que ambas se complementan. Marta Blasco utiliza su ficción creativa para establecer a través del efecto óptico de los intersticios un diálogo que enriquece y completa la lectura conceptual de su obra.
Han sido muchas las manifestaciones artísticas que demuestran que la especie humana ha intentado representar la ilusión del movimiento. En las pinturas rupestres, en el arte turco, egipcio o griego y, posteriormente, aplicado en el teatro chino de sombras o de las “sombras chinescas”. Sin embargo, fue Anthonasius Kircher el que en 1640 inventó el espectáculo de la linterna mágica, con el que proyectaba diversas fases de un movimiento mediante grabados en cristales que cambiaba de forma mecánica. Mas tarde, en 1824, Peter Mark Roget descubrió el “Principio de Persistencia de la Visión”, fundamento en el que se basan todas las imágenes proyectadas que conocemos hoy día. Demostraba que el ojo humano retiene la imagen que ve durante el tiempo suficiente para ser sustituida por otra, y así sucesivamente, hasta realizar un movimiento completo de 360º.
Evidentemente, todos estos conceptos y descubrimientos fueron ampliados hasta llegar al año del nacimiento del cine en el 1895 pero el cine de animación no se produjo hasta 1905, año en que Segundo de Chomón realizó “L’Hotel Elettrico” aunque la historia oficial atribuye este hallazgo a Stuart Blackton.
Por otro lado, los que conocemos este campo, sabemos que, quien jugó un papel relevante por la utilización de abundantes efectos con la técnica de la animación, fue George Méliès. Cada uno de los trabajos de este genial mago francés toma forma en una realidad alterna, más expansiva e hipnótica; lo que, para otros es un excentricismo de la imaginación, en el universo de este director cada fotograma es la aplicación rigurosa de una imaginación libre, un proceso alquímico en el que la realidad muta para convertirse en algo mejor, más excelso y pleno.
“Papeles rotos” de Marta Blasco nos introduce plenamente en la temática de Méliès dotando a su obra un sentido hipnótico, resultado final de animación e imagen real, armando a destiempo un puzzle en apariencia caótico, pero ordenado según sus criterios y jugando fielmente con efectos que recuerdan a la postulación que plantea Roget y fragmentando la visión de la imagen, desarmándola, rompiéndola en trozos y recomponiéndola, tal vez para poder acceder a la recóndita raíz de su significado.
Sus grabados, a la manera negra o mezzontine, son en si un periplo en torno a una búsqueda, una experimentación, de una indagación de las infinitas posibilidades que ofrece la realidad circundante. Marta Basco divide, multiplica, reúne otra vez y construye con solvencia. En su obra hay un mensaje oculto, una clave que descifra los códigos de un mundo, su propio mundo construido por remezones y retazos que, en definitiva, constituye la realidad contemporánea.
1 Edgar Allan Poe. Berenice, 1835
2 Edgar Allan Poe. Ligeia, 1938
3 Edgar Allan Poe. Ligeia, 1938
4 Ernesto Sábato. Sobre la metafísica del sexo, 1953. Universidad de las Américas, Puebla (México)
5 Gaston Bachelard. El aire y los sueños, 1943.