«En este tríptico del sueño, prevalece una especie de intemporalidad que se opone
al sistema del orden».
Hoy entendemos por Realismo no sólo el rancio Naturalismo del trampantojo, es decir, el Naturalismo de la ilusión óptica. Tampoco entendemos la Idealización, que embellece lo que vemos, por ejemplo en los retratos de los gobernantes. Hoy en día, el Realismo no es una cuestión de estilo, sino un método crítico utilizado para cuestionar artísticamente el mundo. La realidad de este mundo no es sólo la que vemos, es decir, el mundo dado por Dios. Nuestros mundos interiores forman parte inseparable de él y sólo pueden verse si alguien los retrata.
Si observamos los cuadros de Marta Blasco, queda bastante claro qué criterios de interrogación no aplica. Blasco no cuenta una historia, no busca elementos narrativos. Rechaza la pintura narrativa. Se concentra en las personas solas. A menudo sólo son visibles como un torso. No se mueven. Están en reposo. Aparte de dormir, tumbarse, caminar, estar de pie o morir, no actúan como figuras responsables de una acción dramática. Están centrados en sí mismos. No se les puede molestar. Pero aún así pueden provocar un malestar interior en el observador. Porque proyectará en estos cuadros su propia experiencia de la vida y estas situaciones especiales. No pasa nada, podría ser el lema de estos cuadros. Esto es cierto para los cuadros, pero no para el observador. Su margen de maniobra se amplía, porque las representaciones no son reflejos perfectos, porque el artista sólo deja hablar a los detalles. Trabaja en pos de una imagen intemporal del hombre. En ninguna parte se encuentra nada que no sea bello, lo feo no tiene cabida aquí. Las personas representadas son bellas en sí mismas, en, y a través del cuadro.
Esto va de la mano de una combinación de diferentes técnicas: óleos, dibujos, vídeo y artes gráficas. En los últimos años, Blasco ha combinado especialmente dibujos, pinturas y vídeo. Dentro de este nuevo trío, se crea un nivel de narrativa que no se encuentra en las piezas individuales. Las pinturas individuales son tranquilas, atemporales, se repliegan en su propia profundidad. Al combinarlos, se crea una secuencia al leer los cuadros, dentro del observador se crea una cronología de comprensión que puede entenderse como una trama oculta. Como los cuadros están cargados de iconografía, el espectador puede llenarlos con sus propias interpretaciones y salirse del marco realista aparentemente estrecho de los cuadros. Utilizó un proceso similar en su obra papeles rotos. La destrucción y reordenación de una unidad anterior permite al observador adoptar una visión narrativa.
La obra ‘Ascención’ consiste en un dibujo junto con un vídeo filmado mientras se completaba el dibujo. En él se explica el proceso de trabajo que confiere al tranquilizador influjo del dibujo tras su finalización una historia: la de su creación. El título de esta obra puede interpretarse de una manera muy banal: una mujer sube los peldaños de una escalera sin barandillas protectoras, tal vez un hecho cotidiano. Ascención también puede significar subida a un trono en política o ascensión al cielo en el sentido religioso. Pero esta mujer no está subiendo la escalera de Jacob, no está en busca del cielo eterno. Ninguna señal llena de esperanza le muestra el camino correcto. Un reluciente vestido blanco lleva su larga cabellera negra hacia la oscuridad, hacia la negación, hacia la muerte, hacia el infierno? El tema es bien conocido en las pinturas religiosas. Y en los tiempos modernos es un argumento que se representa con frecuencia, aunque completamente sacado de su contexto religioso. Marcel Duchamp, con su «Desnudo bajando una escalera, nº 2», 1912 (Museo de Arte de Filadelfia), marca el comienzo de una larga serie de pinturas sobre este tema. Basándose en esta despedida cubista de la pintura, Gerhard Richter, por ejemplo, crea el cuadro social «Ema. (Desnudo en una escalera)» 1966, (Museo Ludwig, Colonia). Blasco conoce esta tradición y la hace añicos. Pero no busca el tiempo perdido (Marcel Proust). Se enfrenta al tiempo perdido con pinturas atemporales, llenas de presente y futuro. Da la espalda a la iconografía. La define de nuevo. Su acto es una mujer vestida. No baja, sino que sube. Su figura nos abandona. Las mujeres de Duchamp y Richter llegan donde estamos nosotros. Consigue trastornar nuestra lógica. Nos volvemos inseguros y nos sorprenden las energías ocultas tras este arte más bien tranquilo.
Este conjunto de técnicas se observa también en sus cuadros ‘Corpus’ y en las obras tituladas ‘Ofelia’. El tema de la mujer ahogada es familiar. Pero aquí, como en Judith, se altera la iconografía clásica, orientada al drama. Tampoco se recoge aquí la tradición de la Ofelia de los hermosos nenúfares. También aquí Blasco trabaja con la reducción, con el torso humano. El dibujo y los dos óleos se complementan. En estos cuadros se utiliza el tradicional blanco opaco con plomo tóxico, que garantiza ese brillo interior. Al mismo tiempo, las dos pinturas contrastan con la calma del dibujo. El vídeo, al que Blasco le gusta poner música, añade un ritmo a lo que vemos y lleva su estado de ánimo, mostrando el proceso creativo del dibujo hacia atrás. El dibujo va desapareciendo poco a poco hasta que al final sólo vemos el papel en blanco. Este proceso corresponde a una percepción de la pintura en la que, aunque se muestran personas y rostros, no miran de espaldas al observador. Al representar su tema, éste se retrae y vuelve a su estado puro. El espectador tiene que elaborar por sí mismo el contacto visual. La propia imagen permanece reservada y misteriosa.
El bloque de obras titulado ‘Corpus’, que se inmiscuye en los cuadros de ‘Ofelia’, revela en su propio título la tradición del corpus en el arte. Aquí no hay nada especialmente trascendental en términos de religión, vida o historia de la pintura. Pero ‘Corpus 2’ nos recuerda a La muerte de Marat de Jacques-Louis David, 1793 (Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica, Bruselas) o a los cadáveres dispuestos en innumerables pinturas religiosas. Pero Blasco no intenta encontrar su camino mediante la paráfrasis. Hay que decir, sin embargo, que las pinturas no son más que registros cotidianos de un hombre dormido, mostrado de nuevo como un torso. Sin embargo, Blasco no elige el torso clásico de la antigüedad como ideal de belleza, como el típico hombre de pie sin brazos, por ejemplo. La persona retratada está colocada en alto. Está tumbado en la mitad superior del cuadro, como levantado sobre un pedestal por la ropa de cama. Los contrastes de luz y oscuridad se utilizan de diferentes maneras. La técnica del carboncillo y el grafito permite no sólo una profundidad inesperada del cuadro, sino también maravillosas insinuaciones, como la esquina de una habitación (Corpus 2), una inexplicable iluminación interior del cuadro (Corpus 1) o una pared del fondo apenas definida (Corpus 3). Además, el tamaño del ‘Corpus 1’ es mucho mayor que el natural. Los dibujos son la prueba de un estudio exacto de la realidad y también de la imaginación de la artista, que le permite crear algo de una manera aún más realista de lo que podría haberlo visto, por ejemplo el sofisticado juego de pliegues de la funda de la cama, que se hacen resaltar más que el cuerpo, haciéndolo más misterioso. Los dibujos no ocultan nada y, sin embargo, están atrapados en su propio mundo.
Los tres dibujos tienen tamaños diferentes. Aunque en su contenido forman un tríptico, sólo pueden mostrarse uno al lado del otro debido a su forma. Pero su unidad está presente desde el principio. Sería difícil construir una acción a partir de la secuencia 1, 2, 3. Pero el observador trata de encontrar una secuencia dentro de cada dibujo. Pero el observador intenta encontrar una secuencia dentro del durmiente para poder llegar a alguna narración. Al compararlos, surgen preguntas como: ¿es la misma habitación, la misma persona? Como decía Marcel Proust en su obra En busca del tiempo perdido (volumen uno de Por el camino de Swann, sección «Combray»): «Cuando un hombre duerme, tiene en un círculo a su alrededor la cadena de las horas, la secuencia de los años, el orden de la hueste celeste». También en los cuadros del ‘Corpus’, en este tríptico del sueño, prevalece una especie de intemporalidad que se opone al sistema del orden. También en este caso, las formas del díptico o del tríptico muestran la aproximación crítica de Marta Blasco a las formas tradicionales de la pintura.
Marta Blasco ha aplicado el método crítico con el que el Realismo trata la realidad para crear cuadros extremadamente poderosos. Se podría hablar de obras existenciales que abren un mundo interior, muy personal por un lado, pero que muestran un aspecto naturalmente público por otro. A nivel internacional, Blasco forma parte de una generación que rechaza el arte abstracto. Nuestra sociedad ya no puede garantizar una vida feliz y ordenada. Más que nunca en tiempos de paz, el individuo está preocupado; sus proyectos de vida, sus esperanzas, se ven cada vez más restringidos. Blasco muestra este estrechamiento de opciones en sus cuadros tranquilos pero misteriosos. A pesar de su discreción, las imágenes tienen una especie de atractivo. No encaja en el grupo de artistas españoles posteriores al franquismo, con sus cuadros realistas y muchas ilusiones ópticas. Tampoco puede compararse con la Escuela de Arte de Leipzig. En esta representación alemana de la realidad, las realidades históricas se cuentan a través de la exageración y de una expresividad ligeramente surrealista. Blasco no busca un debate con la fotografía como reto por la precisión y el detalle. Curiosamente, la única técnica realista que utiliza es el vídeo, que sin embargo siempre muestra un proceso de una realidad artística cambiante, pero nunca la realidad exterior al cuadro. Blasco evita las comparaciones. Su pensamiento se centra radicalmente en el arte. Sus cuadros no muestran las figuras embellecidas de un cuento misterioso como las que conocemos del estilo artístico de Balthus.
Blasco sigue su propio camino, que a veces se cruza con otras consideraciones. Siempre se mantiene dentro del mundo de sus propios cuadros. Sus representaciones son abreviadas, no muestra todas las posibilidades. En muchos pasos, nunca en colores brillantes, muestra una visión psicologizante del mundo. Sus imágenes son actuales, pero al mismo tiempo se han escapado del tiempo. Son intemporales. Inquietan por su aparente precisión, que sin embargo no puede verse en ningún sentido voyeurista. Mostrar los hechos se combina aquí con la crítica emocional, la experiencia y la esperanza. Siempre se anima al observador a seguir sus pensamientos, a utilizar sus ojos en un sentido positivo. El valor del entretenimiento no figura en la balanza. Blasco se lo pone más difícil al observador de lo que él mismo piensa a primera vista. Así es como establece la lentitud y al mismo tiempo la longevidad de sus cuadros. No están concebidas como un mero placer para el ojo como entretenimiento. Son compañeros intensivos para toda la vida.
Texto traducido a español
- Enlace a la publicación: Marta Blasco. Obras 2004-2012