Marta Blasco lleva años realizando una intensa meditación artística sobre la Sibila, concretada en dibujos extremadamente poéticos o en una vidriera hipnótica.
Su reciente instalación en la Catedral de Palma venía a sintetizar su particular visión de la condición oracular: la voz sibilina se había solidificado en unas planchas de cobre que, literalmente, flotaban en el espacio, remitiendo, al mismo tiempo, al seno de lo terrenal. Esta artista no deja de invocar la potencia de lo femenino, la potencia reveladora de la tierra que aspira a tornarse leve. En sus piezas en la Galería Maior expande su poética con piezas escultóricas en las que modula el tema de las venus rajadas (abrirse las venas, como recordaba Georges Didi-Huberman puede ser un modo de dar cuenta de la condición cruel de la belleza) pero también fabrica guirnaldas de flores o elementos ornamentales que tienen algo de “vanitas” neo-barroca. Marta Blasco, con sus obras cerámicas que tienen que ver con sus orígenes valencianos, intensifica su fértil imaginario en esta exposición que viene a recordarnos que la belleza no es un territorio prohibido aunque, en ocasiones, obligue al artista a, literalmente, dejarse la piel en su tarea.
Fernando Castro Florez