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La veu de la Sibil·la
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Fotos: Jaume Gual
El canto y la materia de la esperanza.
Unas notas en torno a la intervención de Marta Blasco en la Catedral de Palma de Mallorca.

Fernando Castro Flórez

“No hay para la belleza otro origen que la herida, singular, diferente en cada uno, oculta o visible, que todo hombre guarda en sí, que preserva y a la que se retira cuando quiere dejar el mundo para una soledad temporal pero profunda” (Jean Genet).

I. Epifanía (poética) de la Sibila.

Marta Blasco lleva años meditando y produciendo obras de arte a partir de la fascinación tremenda que sintió con El canto de la Sibila. Esa figura oracular, inspirada por Apolo, se ha convertido en un motivo obsesivo para esta artista que ha realizado infinidad de dibujos, piezas objetuales, una hermosa vitrina y, específicamente para la Catedral de Palma de Mallorca, una instalación. Las sibilas intuyen las verdades superiores y tienen poderes que hacen que desempeñen, en la tradición cristiana, un papel paralelo al de los profetas bíblicos. Marta Blasco convierte a la Sibila en un dispositivo de atracción visual, como si su poder “revelador” propiamente fuera una cristalización que hace ver. Su intervención en la Catedral es, al mismo tiempo, un ejercicio de figuración en torno a lo profético y una suerte de abstracción del ritual del canto de la Sibila. El verbo latino abstraho designa el acto de separar, de sustraer, de sacar a cualquier cosa o alguien de algún otro, de abocar, en suma, una relación con los poderes de la ausencia. La muerte es “abstracta” porque abs-trae y difracta las figuras, porque impone a los seres y a los objetos mismos dimensiones imposibles, contradictorias, porque trabaja para hacer que todo sea disímil. Conviene recordar que la Sibila de Cumas mostró a Eneas el camino “al reino de los muertos”. Las “neulas” que ha realizado Marta Blasco brillan y, al mismo tiempo, producen sombras, imponen una visualidad que alegoriza la levitación y también evocan el final, la reducción del propio cuerpo de la Sibila a un puñado de arena.

No es fácil aproximarse a la iconografía de la Sibila sin caer en tópicos; Marta Blasco, con enorme sutileza, plantea un ámbito para esa figura profética que refuerce una presencia femenina pero que también señale o gestione la pérdida. Entre lo epifánico y la escatología, en una dimensión “suspendida” pero no por ella carente de drama, la instalación de la “neulas” en la Catedral de Palma funciona como un espacio del sueño, un “signo desconocido” que surge de una estructura de obsesión. Esa intervención traslada algo de “inquietante extrañeza”, esto es, remite a un ritual familiar, pero materializa componentes diferentes, expande y dota de nueva vida una tradición que es tanto una presencia cuanto un canto.

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